Viaje al corazón de las tinieblas minimalista. Un joven alemán viaja por el sabanal africano. En un río se encuentra con un viejo pescador que lo lleva con su bote hasta lo más profundo de la selva. Al amanecer del día siguiente se encuentra solo en medio de un infinito delta. A partir de ese momento comienza una odisea por un paraje anárquico, primitivo y extraño a la vez, que lo lleva al borde de la locura y a luchar no sólo por su sobrevivencia, sino contra sus miedos y su percepción del mundo exterior.
«La travesía mostrada en largas y apacibles tomas de ambos personajes cruzando los enormes deltas del río, se trastoca la mañana en la que una sorpresa deja al «hombre blanco» indefenso ante el territorio desconocido en el que se encuentra y en el que la soledad, la desesperación, la ansiedad y el descentramiento serán los motores de la lucha por su propia supervivencia».
— Hans Lucas: EnFilme
«El río solía ser hombre parece hablarnos sobre una relación, la del protagonista, con todo el entorno que le rodea; pero no sólo un entorno en el que permanece perdido durante los primeros compases del film, sino también aquel que nos remite al folklore y la leyenda cuando, por fin, consigue encontrar rastros de vida humana, de sociedad».
— Cine Maldito
«El río solía ser un hombre es una cinta llena de emotividad, que toca el nervio y que de manera muy simple logra hablar de un mundo completamente extraño».
— Goethe Institute
«Las imágenes de El río solía ser hombre articulan una plástica de los dominios del delta africano. Desde el encuentro del muchacho hasta la jornada final, el filme es contemplación. La vastedad de la planicie se impone con extensiones de verdor bronceado y rumores de naturaleza en directo. Es una película-atmósfera que acumula texturas visuales y sonoras como si fueran caras y voces».
— Rodrigo Martínez: Punto en línea